En la sociedad en la que vivimos hoy, es muy fácil dejarse influenciar por
el consumismo y las necesidades innecesarias que creemos tener, es por esto que
pensamos que hay que “trabajar muuuucho”, y crecer profesionalmente, para poder
sustentar “todo lo que necesitamos”.
En mi artículo publicado un par de semanas atrás, decía que requiere
trabajo y sacrificio tener una familia sana, y no me refiero al trabajo de
conseguir lo económico, sino de darles amor, conversar con nuestra pareja, con
nuestros hijos. Lo que necesitamos es establecer reglas, inculcar valores, escuchar
y consolar, corregir y poner consecuencia, que nuestros hijos cuenten con un
papa y una mama presentes y de esta manera formar seres humanos seguros de sí
mismos, felices, humildes, con sentido común.
Cuando mi hija mayor tenía casi dos años, completando el formulario para
inscribirla en el prescolar, una pregunta me hizo caer en la cuenta del poquito
tiempo que tenía cada día para formar a mis hijos: aproximadamente 1 hora en la
mañana antes de ir a la escuela, 1 hora al medio día (los que tenemos la dicha
de poder almorzar en casa), 2 horas y medias más al final de la tarde, antes de
que se duerman.
Con 4 horas y medias de lunes a viernes, hay que tener muy claro, lo que queremos
lograr con nuestra familia, estableciendo rutinas bien cargadas de amor, cariño
y educación, aprovechando cada momento del día para interactuar con nuestros
hijos, orientarlos, expresarles nuestro amor y en definitiva ser unos padres
presentes.
Sin duda alguna todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, sin
embargo el hecho de tener que trabajar para suplir las necesidades de la
familia, muchas veces nos hace enfocarnos en producir lo material, quitándonos tiempo
para ocuparnos de nuestra pareja, de nuestros hijos, y lo que hacemos es
complacer sus caprichos materiales, para de alguna manera compensar nuestra
ausencia.
Para lograr tener una familia sana, es necesario tener nuestra visión de
familia y enfocarnos en la misma, a sabiendas de que lo mejor que podemos dar
no se compra con dinero.
Isabel Hidalgo
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