Hace ya un
tiempo, escuche una charla de Pilar Sordo, psicóloga chilena, en la cual decía
que, “cada padre/madre tiene el adolescente que merece tener”, esta frase llamo
muchísimo mi atención, porque entendí que: desde el día en que esa criatura cae
en nuestro vientre, estamos forjando quien será en el futuro.
Desde que me case
una de mis grandes preocupaciones era estar preparada para la crianza de mis
hijos, es por esta razón que nuestra primera hija llego cuando Lerso y yo
teníamos 4 años de casados, cuando nos sentimos emocionalmente preparados,
acoplados como matrimonio y con un anhelo inmenso de tener hijos y dedicarnos a
criar.
En este trayecto
de ser padres, hemos aprendido que nunca hemos estado preparados para las
diferentes etapas, que ha sido un proceso de prueba y error, pero muy
fascinante por lo que vamos mirando en el comportamiento de nuestros hijos y
por el crecimiento que ha representado para nosotros como seres humanos, nos ha
tocado incluso desaprender y volver a aprender.
Lo principal en
nuestro rol de crianza ha sido, ir tras el objetivo de ser buenos siendo
padres, predicar siempre con el ejemplo y sembrar en nuestros hijos los valores
que los guiaran en el futuro.
Sin dejar que se
pierdan su niñez, hemos establecido las reglas de nuestro hogar, observamos sus
comportamientos y los proyectamos, de manera que nos ayuda a hacer conciencia
de cómo puede perjudicar o ayudar ese comportamiento en su futuro y de esta
manera corregimos o reforzamos.
La relación
armoniosa, de confianza, de apoyo, de respeto, se construye desde el vientre,
cuando nos ocupamos en ser unos padres presentes en el día a día de nuestros
hijos.
No debo dejar de
lado en este post que, verdaderamente, los cambios hormonales en la
adolescencia son una variable que puede alterar la dinámica en la relación
padres e hijos, sin embargo, cuando como padres somos conscientes de estos
cambios, nos toca acompañarles a descubrir su personalidad, que ellos hagan
conciencia de lo que se está gestando en su interior y que nos continúen
teniendo como sus guías.
Nos toca también,
como padres, permitirles tomar decisiones y tener paciencia, pero al fin y al
cabo, si nuestra crianza ha sido efectiva desde el día uno, con una buena base
de valores, será más llevadera esta etapa y podremos igualmente disfrutar del
encanto de verles crecer y madurar, ver como sus alas se extienden y comienzan
a volar con independencia, confiados en que todo lo inculcamos en ellos es lo
que guiara cada paso de sus vidas.
Isabel Hidalgo
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