Cada
paso que damos en la vida, cada decisión que tomamos tiene una trascendencia en
nuestro presente y en nuestro futuro, los resultados de las decisiones que
tomamos pueden ser tanto positivos, como negativos, lo cierto es que después
que nos casamos estos resultados nos impactan a ambos.
Cuando nos hacemos adultos, y económicamente independiente, una de las
experiencias que más disfrutamos es tener la libertad de tomar decisiones por
nosotros mismos, podemos experimentar que somos soberanos de nuestra propia
vida, sentimos que crecimos, y esto hace que tomar decisiones y dar pasos según
lo que nos dicta nuestra conciencia, quizás pidiéndole opinión a algunos a
nuestro al rededor, se hace un habito “al que tenemos derecho”.
Cuando nos casamos, uno de las primeras costumbres que tenemos que
cambiar, es precisamente ese de tomar decisiones solos, y hay que entender que
este es un sacrificio de ambos, no de uno solo, y hablo de sacrificio porque
los hábitos y costumbres cuesta cambiarlos, pero cuando se quiere, se puede.
De casados cambian muchas cosas y una de ellas es que no es mi decisión,
ni tu decisión, de casados es nuestra decisión, porque por insignificante que
consideremos que sea, todo nos afecta a ambos.
Decisiones, como cambiar mi auto, renunciar a un trabajo, dejar de
estudiar, prestar dinero a un familiar o amigo, llevar invitados a la casa, y
un sin número más, afectan al matrimonio, por lo que ambos deben tener participación
en las mismas.
Tomar decisiones en conjunto, es uno de los grandes hábitos que traen
unidad en la pareja, sentarnos los dos a analizar las opciones, a evaluar los
riesgos e implicaciones, a ponernos de acuerdo, nos trae paz, porque ambos nos
hacemos responsables de las consecuencias y de este proceso surgen los
proyectos que nos mantienen en la misma sintonía y que aportan sentido a
nuestra relación.
Isabel Hidalgo
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